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SALVADOR ALLENDE

Basta decir y escribir así su nombre, con esas mayúsculas para traer al presente de cada día, de cada tiempo la imagen, la figura y la estatura moral de un HOMBRE que entregó hasta su vida por lo que creyó justo.

 

¡ Qué ejemplo de consecuencia con sus ideas es SALVADOR ALLENDE ! Quienes tuvimos ocasión de verlo cerca, de escucharlo en miles de discursos en plazas, calles, universidades y teatros de nuestro Chile no olvidamos sus palabras. Fue un líder popular que se construyó en décadas. Infatigable ¡ Qué fortaleza, qué resistencia la de ese noble ser humano !

 

¡ Cómo no recordar hoy El Tren de la Victoria ! Ese ferrocarril que partía desde la estación más austral del mundo, en la ciudad de Puerto Montt y durante días, en esas largas campañas por la Presidencia de la República, el postulante, el candidato Salvador Allende iba de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, de aldea en aldea diciendo su pedagógico mensaje a los miles de chilenos que se reunían para escucharlo. En ese Tren de la Victoria con el líder popular iban artistas de todas las disciplinas: cantantes, pintores, músicos, escritores, dirigentes sindicales; lo más representativo de la cultural nacional. El viaje concluía en la ciudad de Santiago, la capital del país con un gran acto de masas tres días antes de la elección.  Así fue ese memorable año 1970. La elección del 4 de Septiembre de ese año dio vencedor en las urnas a Salvador Allende. El pueblo había triunfado.

 

El Presidente había postulado antes en tres ocasiones: en 1952, 1958, y 1964. Se demostró entonces que la lucha social era y es larga, que la Unidad no se construía de un día al otro, que había que crear conciencia en las grandes masas del pueblo, con voluntad, con generosidad y con inteligencia.

 

Esa noche del 4 de Septiembre, ya conocidos los resultados que aseguraban  la victoria, Allende habló al país desde los balcones de la Federación de Estudiantes de Chile, la FECH. En la ocasión, en resumen él señaló el significado de esos resultados históricos. Ahora venía la tarea: Ser gobierno, ejecutar el proyecto transformador sobre la base de mantener la mayor cohesión, la mayor unidad de todos. Enfatizó que la gestión no sería fácil. Seré el Compañero Presidente, conmigo el pueblo entrará en La Moneda. Seré el Primer Presidente del Primer Gobierno Nacional, Popular, Antioligárquico,  Antiimperialista, y Revolucionario que abrirá paso al Socialismo. Fueron sus palabras.

 

El Presidente asumió el 3 de noviembre de 1970. Esa oligarquía ligada históricamente a los intereses imperialistas en Chile ya había-n iniciado su siniestro y criminal plan antes de la asunción de Allende. Ya en julio de 1971 el gobierno había Nacionalizado la principal riqueza material estratégica del país, el cobre, en poder extranjero yanqui por más de 50 años. Se apuntó a la economía, se creó el Área Social en ese campo, se estatizó la gran banca, se ejecutó la Reforma Agraria. Lo principal era asegurar cada día las mejores condiciones de vida para las grandes masas postergadas por más de un siglo, en verdad desde siempre. El derecho a la cultura en sus más diversas expresiones fue otro signo del gobierno. Se creó la Editorial estatal Quimantú que publicó en dos años 12 millones de libros de los más notables autores nacionales y del mundo, obras al acceso de todos.

 

La confrontación de clases cobraba a cada paso mayor evidencia, el gobierno hería con su justo Programa los intereses económicos de los grandes poderes nacionales y extranjeros.

 

Como se sabe el gobierno que debía permanecer legalmente seis años, duró  mil días. La confabulación más artera hizo su ' obra '. Aquellos bastardos intereses de la burguesía criolla y sus naturales aliados imperialistas de los Estados Unidos se lanzaron contra el gobierno y el pueblo. El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 fue el siniestro episodio que derribó el gobierno popular. Las Fuerzas Armadas fueron la brutal expresión de clase utilizadas por aquellos intereses contrarrevolucionarios. Se instaló el crimen como forma de gobierno, la más brutal represión que duró 17 años por la dictadura en el poder.

 

Las últimas palabras del Presidente Allende esa mañana del 11 de septiembre son señeras. Las dijo desde el Palacio La Moneda. El Presidente junto a sus compañeros combatió la agresión reaccionaria. La destrucción del Palacio en llamas luego del bombardeo por la Aviación no impidió que aún así el mandatario permaneciera en el lugar. Su dignidad pudo más. El Presidente no fue un mártir, fue un luchador social, un líder de gran pureza humana, leal hasta el último minuto de su vida con el pueblo. Esa es su grandeza moral que traspasa las fronteras del tiempo, de los pueblos y naciones del mundo.

 

Honor y gloria eterna a quien se consagró como un verdadero patriota, consecuente con sus ideas revolucionarias. Su nombre es bandera de quienes siguen hoy, y tendrán que seguir su pensamiento, su noble ejemplo  y su obra.

 

Carlos Poblete Ávila,

Profesor de Estado.

 

Chile, Septiembre de 2020.